Mañana es mi cumpleaños. Treinta y un primaveras pasaré a acumular en mi cuerpo en apenas un abrir y cerrar de ojos. En momentos como este, es cuando te das cuenta de lo rápido que pasa la vida, de la tremenda similitud que tiene con el cojer agua con las manos... y es que se te escapa entre los dedos con una facilidad pasmosa, por mucho que intentes juntarlos para evitarlo.Este último año me regaló sensaciones contrapuestas, decepciones, hundimientos y sinsabores, pero también, alegrías, esperanzas e ilusiones como nunca lo había hecho antes ningún otro. Este último año, fue el primero de los que espero sean muchos otros que vivir junto a una persona que llegó a mi vida justo cuando más la necesitaba.
Los últimos doce meses me enseñaron a ser fuerte, a dejarme de historias y levantarme cuando a la vida se le antoje que doble las rodillas en tierra. Me enseñó que lo que no te mata te hace más fuerte y que, por muy oscuro que esté todo, siempre hay alguien que te ayudará con su luz.
Gracias a mi familia por todo lo que me dió durante los 31 años que tengo de vida, gracias a Mery Jane por ser mis ojos cuando no podía ver, y por abrir mis labios cuando no podía respirar. Gracias a Dios por dármelos y al mundo por permitirme pisar su tierra cada día. Al fin y al cabo soy de los que siempre dicen que mañana no es que sea un año más viejo... simplemente, lo seré un día.

