viernes, 27 de noviembre de 2009

HOY MI ALMA LLORA.

Hoy mi alma llora. Llora horrorizada ante un hecho espeluznante, aberrante, dantesco. Llora de rabia, de sinrazón... hoy se confirma la muerte de una niña de tres años (sí, exactamente tres años), que fue quemada, apaleada y desgarradoramente violada por la pareja de su madre. Destrozaron sus entrañas sin el menor reparo, la hicieron sufrir un martirio sin nombre, para luego dejarla en un hospital a las puertas de la muerte. Una niña de tres años... Dios mío.. tres años.

Hoy mi alma llora. Llora amargamente al pensar el mundo en el que vivimos. Hechos que no debían ni siquiera ser pensados, ocurren a diario ante nuestros ojos. Ya no se puede tolerar más... tenemos que unir nuestras voces para decir un ¡¡¡BASTA YA!!! tan increíblemente alto que se escuche en las estrellas. Estos hecho no pueden quedar impunes, una sociedad que quiera llamarse civilizada no puede permitirlo... por favor, gobernantes, despertad ya del letargo y poned los medios para que se haga justicia, y sobre todo, para que este tipo de hechos no puedan ni siquiera llegar a ocurrir.

Tres añitos, una nena que se ha convertido ya en ángel sobrevuela mi llanto. Un ser inocente, pequeño, indefenso... no lo puedo entender, no lo entenderé nunca.. porque no quiero entenderlo.

Ahora son mis ojos los que lloran, no me salen las palabras... tal vez otro día puedan expresar todo lo que siento... descansa en paz, angelito, que Dios te de en la eternidad, lo que la vida te negó.

Hoy mi alma llora...

viernes, 20 de noviembre de 2009

PORNOGRAFÍA INFANTIL: ¡¡¡¡¡¡NO!!!!!!.



Hoy es el día mundial contra la pornografía infantil. Vivimos una época en la que se producen a diario hechos denigrantes y repulsivos, que no pueden suscitar otra cosa que no sea asco y aversión en el seno de una sociedad medianamente civilizada.

Los niños son nuestro futuro, seres inocentes que inician su caminar por la vida, y que necesitan de nosotros para poder completar su madurez sin problemas, para optar así a un futuro abierto y normal.

No se pueden permitir aberraciones como la que recordamos hoy. Si un abuso, sea a quien sea y como sea es intolerable, más aún lo es si ese abuso tiene a un niño como víctima. Todos juntos lograremos terminar con esto, no podemos dejarlo ir sin más.

Por un futuro esperanzador, por una sociedad limpia y por una infancia feliz para nuestros niños. Que este vídeo sirva como granito de arena. Que así sea.

Para finalizar, aquí dejo las palabras que utilizan los pederastas para hacer las búsquedas en internet... si alguno llega aquí gracias a esto, habrá merecido la pena:

“angels”, “lolitas”, “boylover”, “preteens”, “girllover”, “childlover”, “pedoboy”, “boyboy”, “fetishboy” o “feet boy”...

martes, 17 de noviembre de 2009

¿EL MUNDO SE ACABA EN 2012?.



Tras el reciente estreno de la película "2012", se ha reavivado la idea de que el fin del mundo llegará el 21 de diciembre de ese año. Dicha teoría se basa, en que ese será el momento en el que tendrá lugar el final del calendario maya, coincidente éste a su vez con el fin de los tiempos.

Esta teoría, sin embargo, parece claramente refutada por el investigador alemán Andreas Fuls, el cual, basándose en la la posición de Venus en el cielo para asociar acontecimientos astrológicos con fechas mayas, concluyó que la fecha que hasta el momento se creía como de inicio del calendario maya (11 de agosto de 3114 a.C.), tenía un desfase de 208 años, con lo que el año del fin del mundo no sería el 2012, sino el 2220.

En este punto se desmontaría una creencia, pero navegando por internet, me encontré lo siguiente:

"Del mismo modo que nosotros contamos en base 10, los mayas contaban en base 20 y eso estaba reflejado en su calendario. Así, cada 20 años formaban un katún, y cada 20 katunes un baktún; es decir, un baktún es un periodo de unos 400 años (En realidad son unos 394 años, porque un año maya duraba 360 días).

Si el calendario maya empieza a contar el 11 de agosto del 3114 antes de cristo, hasta el día de hoy han pasado 12 baktunes y 19 katunes, por lo que estamos a punto de entrar en el siguiente baktun, el 13. Se estima que este cambio de baktun se producirá el 21 de diciembre del 2012.
Y aquí es donde entran los agoreros. Según ellos el calendario maya solo llega hasta el baktún 12, con lo que al terminar este se termina el calendario. Esto no es posible, porque los baktunes también forman grupos de 20; de manera que aun nos quedan 7 baktunes (unos 2800 años) por delante hasta que termine ese ciclo.


¿Y que ocurrirá después? ¿Se habrá terminado el calendario maya? La respuesta nuevamente es no, porque el calendario maya incluye cuentas de tiempo aun mayores; así, 20 baktunes forman un piktún, 20 piktunes un kalabtún, 20 kalabtuns un kinchinltún, y 20 kinchinltuns un alautún. ¿Cuanto tiempo es eso? aproximadamente salen unos 64 millones de años…".

Una vez tirada abajo la nueva teoría del 2220, me vino a la cabeza la cifra final: 64 millones de años, cifra que cobra un mayor significado cuando recordamos, que ese es efectivamente el tiempo que hará que se extinguieron los dinosaurios (año arriba, año abajo, jeje).

Tal vez, y sólo tal vez, sea ese el plazo que tiene cada Era para vivir en nuestro planeta. Y tal vez, en cambio, el fin del mundo llegue mucho antes con algún cataclismo por impacto de algún cometa, porque el sol se apague, o porque éste arda más de lo normal. Sea como sea, lo que está claro es que nadie puede afirmar con rotundidad y con seguridad absoluta, cuándo llegará el fin de los tiempos.

lunes, 16 de noviembre de 2009

EL REY ARTURO TIRA A DAR.

Hace apenas unos días, leí este artículo del escritor Arturo Pérez-Reverte. Mucha polémica suscitaron estas palabras, que por otra parte, son tan directas como ciertas. Tan mías las siento, que he querido compartirlas con todo aquel que se pase por este humildísimo blog. Grande Arturo.

"Paso a menudo por la carrera de San Jerónimo, caminando por la acera opuesta a las Cortes y a veces coincido con la salida de los diputados del Congreso. Hay coches oficiales con sus conductores y escoltas, periodistas dando los últimos canutazos junto a la verja y un tropel de individuos de ambos sexos, encorbatados ellos y peripuestas ellas, saliendo del recinto con los aires que pueden ustedes imaginar. No identifico a casi ninguno y apenas veo los telediarios; pero al pájaro se le conoce por la cagada.

Van pavoneándose graves, importantes, seguros de su papel en los destinos de España, camino del coche o del restaurante donde seguirán trazando líneas maestras de la política nacional y periférica. No pocos salen arrogantes y sobrados como estrellas de la tele, con trajes a medida, zapatos caros y maneras afectadas de nuevos ricos. Oportunistas advenedizos que cada mañana se miran al espejo para comprobar que están despiertos y celebrar su buena suerte. Diputados, nada menos. Sin tener, algunos, el bachillerato. Ni haber trabajado en su vida.. Desconociendo lo que es madrugar para fichar a las nueve de la mañana, o buscar curro fuera de la protección del partido político al que se afiliaron sabiamente desde jovencitos. Sin miedo a la cola del paro. Sin escrúpulos y sin vergüenza. Y en cada ocasión, cuando me cruzo con ese desfile insultante, con ese espectáculo de prepotencia absurda, experimento un intenso desagrado; un malestar íntimo, hecho de indignación y desprecio. No es un acto reflexivo, como digo. Sólo visceral. Desprovisto de razón. Un estallido de cólera interior. Las ganas de acercarme a cualquiera de ellos y ciscarme en su puta madre.

Sé que esto es excesivo. Que siempre hay justos en Sodoma. Gente honrada. Políticos decentes cuya existencia es necesaria. No digo que no. Pero hablo hoy de sentimientos, no de razones. De impulsos. Yo no elijo cómo me siento. Cómo me salta el automático. Algo debe de ocurrir, sin embargo, cuando a un ciudadano de 57 años y en uso correcto de sus facultades mentales, con la vida resuelta, cultura adecuada, inteligencia media y conocimiento amplio y razonable del mundo, se le sube la pólvora al campanario mientras asiste al desfile de los diputados españoles saliendo de las Cortes. Cuando la náusea y la cólera son tan intensas. Eso me preocupa, por supuesto. Sigo caminando carrera de San Jerónimo abajo, y me pregunto qué está pasando. Hasta qué punto los años, la vida que llevé en otro tiempo, los libros que he leído, el panorama actual, me hacen ver las cosas de modo tan siniestro. Tan agresivo y pesimista. Por qué creo ver sólo gentuza cuando los miro, pese a saber que entre ellos hay gente perfectamente honorable. Por qué, de admirar y respetar a quienes ocuparon esos mismos escaños hace veinte o treinta años, he pasado a despreciar de este modo a sus mediocres reyezuelos sucesores. Por qué unas cuantas docenas de analfabetos irresponsables y pagados de sí mismos, sin distinción de partido ni ideología, pueden amargarme en un instante, de este modo, la tarde, el día, el país y la vida.

Quizá porque los conozco, concluyo. No uno por uno, claro, sino a la tropa. La casta general. Los he visto durante años, aquí y afuera. Estuve en los bosques de cruces de madera, en los callejones sin salida a donde llevan sus irresponsabilidades, sus corruptelas, sus ambiciones. Su incultura atroz y su falta de escrúpulos. Conozco las consecuencias. Y sé cómo lo hacen ahora, adaptándose a su tiempo y su momento. Lo sabe cualquiera que se fije. Que lea y mire. Algún día, si tengo la cabeza lo bastante fría, les detallaré a ustedes cómo se lo montan. Cómo y
dónde comen y a costa de quién. Cómo se reparten las dietas, los privilegios y los coches oficiales. Cómo organizan entre ellos, en comisiones y visitas institucionales que a nadie importan una mierda, descarados e inútiles viajes turísticos que pagan los contribuyentes. Cómo se han trajinado –ahí no hay discrepancias ideológicas– el privilegio de cobrar la máxima pensión pública de jubilación tras sólo 7 años en el escaño, frente a los 35 de trabajo honrado que necesita un ciudadano común. Cómo quienes llegan a ministros tendrán, al jubilarse, sólidas pensiones compatibles con cualquier trabajo público o privado, pensiones vitalicias cuando lleguen a la edad de jubilación forzosa, e indemnizaciones mensuales del 100% de su salario al cesar en el cargo, cobradas completas y sin hacer cola en ventanillas, desde el primer día.

De cualquier modo, por hoy es suficiente. Y se acaba la página. Tenía ganas de echar la pota, eso es todo. De desahogarme dándole a la tecla, y es lo que he hecho. Otro día seré más coherente. Más razonable y objetivo. Quizás. Ahora, por lo menos, mientras camino por la carrera de San Jerónimo, algunos sabrán lo que tengo en la cabeza cuando me cruzo con ellos".

miércoles, 11 de noviembre de 2009

CORAZÓN MEDIEVAL.


Caminando el otro día por la calle hacia la estación de autobuses, me dió por pensar en lo poco moderno que soy. Sí, puede sonar a paja mental, pero pensándolo fríamente he llegado a esa conclusión. Basta con fijarse en las cosas que se "llevan" ahora, en lo verdaderamente moderno y actual del mundo que pisamos cada día. Está de moda la bisexualidad, el diálogo con niños (¡fuera castigos y azotes!), los malos tratos, las amenazas a profesores... Hoy en día hay que ser tolerante, admitir la llegada de cualquier inmigrante sin importar sus intenciones ni consecuencias, hasta incluso tener el deber de cambiar nuestra forma de vida y bonificar con nuestro dinero su estancia, otorgando privilegios sin sentido ni explicación racional.

Estamos en un país libre, democrático, adaptado a los tiempos que corren. Estamos en el país del aborto libre, de la adquisición de la "píldora del día después" sin límites ni restricciones y en la época del "todo vale" si el fin es nuestro propio beneficio.

Por fín llegué a la estación, tomé el autobús rumbo a mi casa, y mirando por la ventanilla mis pensamientos volvieron a reflotar. Nací en un país aturdido históricamente por gobernantes incapaces, chupones e ineptos. Nada cambió desde que en lo que ahora llamamos España, el primer hombre prehistórico decidió autonombrarse líder de la tribu. Dándole vueltas a eso, concluí que si pese a todo ello nuestro país sigue siendo el que es, tiene como motivo principal que los españoles somos una raza aparte. "Ser español, es saber perder", dijo Viggo Mortensen tras interpretar el film "Alatriste". ¡Cuánta razón tenia el gachó!, pero quizá se quedó corto en la definición: ser español es saber perder, no saber elegir, saber adaptarse a lo difícil, y cagarla en lo fácil.

Enfín, como decía al principio, ¡qué poco moderno me siento!. Yo creo en la educación firme (que no dura) a los niños, en el respeto a la moral y a la vida, en el control y regulación de la entrada de inmigrantes y en su expulsión automática si sus objetivos dentro de nuestro país no son los que deben ser. Abogo porque asuman en todo caso los mismos derechos y obligaciones que los nacionales, que pidan lo mismo si también aportan lo mismo. Creo en el control de todo medicamento o práctica abortiva, del asesoramiento e información claro en esos temas a cada ciudadano. Creo en la reducción de altos cargos con sueldos elefantiásicos, en beneficio de labores sociales que promueban (por ejemplo) el empleo digno. Creo en el castigo severo a todo maltratador, en la heterosexualidad que la naturaleza marca como base para la no extinción de una especie, y creo en definitiva, en todas esas cosas pasadas de moda casi ya en la época del medievo.

Sí, no me siento un hombre moderno, no tengo mechas rubias ni llevo "piercings". No voy con los pantalones a una altura que enseñe el trasero, ni vi en mi vida "Gran Hermano". He llegado a la conclusión de que no soy otra cosa, que un hombre que vive en un cuerpo del siglo XXI, con un corazón medieval.

lunes, 2 de noviembre de 2009

CUANDO LA IGLESIA ME APARTÓ DE SU LADO.

Mi nombre es Eduardo. Tengo 31 años y soy católico practicante desde que adquirí uso de razón. Nací y crecí en el seno de una familia creyente y con esos valores me educaron. Digo esto, solo y exclusivamente para que se entienda la magnitud de mi decepción. Durante estos últimos años, me he dado cuenta de lo que realmente representa la Iglesia católica, de la verdadera magnitud, objetivos y orden moral que envuelven sus métodos y aspiraciones.

Hace dos años me casé con una persona, que apenas seis meses después, me confesó que nunca me había querido, que se casó porque ya le correspondía por edad, y que realmente a quien quería era a otro hombre. Doce años tirados a la basura que pesaban como una losa de hormigón, se me vinieron encima. Lo que creía mi vida, se había destapado como una farsa, una mentira y una decepción sublime... pero debía levantarme. Quería borrar ese día fatal, en el que cometí el mayor error que podía imaginar: unir mi futuro a una persona ruin, mala, despreciable y fría, que no dudó a la hora de hipotecar los sentimientos de otra persona para su propio beneficio.

Cuando más hundido estaba, llegó a mis brazos un ángel con forma de mujer. Una chica dulce como la miel, que me demostró en múltiples ocasiones el amor más puro y sincero que jamás nadie pudo sentir. No se apartó ni un segundo de mi lado, me escuchó y ayudó con toda la ternura que fue capaz de reunir, tuvo paciencia y sufrió comingo mis propios sufrimientos... y me enamoré de ella. Nuevas ilusiones llegaron a mi corazón, a mi mente... un nuevo futuro tocaba a mi puerta y me decía "¡esta vez sí!". Quería intentarlo otra vez... tenía que intentarlo.

Fue entonces cuando por primera vez en 30 años de vida, le pedí a la Iglesia que me ayudara a seguir, que me echara una mano para poder borrar el negro pasado que pellizcaba mi espalda. Inicié el proceso de nulidad matrimonial, pagué los más de 3.000 € que me indicaron como gastos del proceso, e incluso el sacerdote que nos casó, testificó a mi favor. Por el contrario, mi ex-mujer (por llamarla de alguna forma) y una amiga con la que apenas había cruzado tres palabras en mi vida, dedicaron todo tipo de mentiras con el único objetivo de hacer daño. Y aunque parezca increíble, la Iglesia (la que hasta ese día era mi Iglesia), me dió la espalda y sentenció que la relación que ahora tenía con mi novia actual era pecado, y que la porquería que había tenido hasta el día de mi anterior ruptura era lo correcto, lo bien visto por Dios.

Es así, duro de asimilar para mí, pero tan cierto como que cada día el sol vuelve a salir. La Iglesia se ha convertido en el adalid de la doble moral, de la falsedad encubierta, y del amor a un dinero, que tantas veces critican dominicalmente. Piden, exigen y castigan, cuando ni dan, ni cumplen, ni predican con el ejemplo. Imploran limosta para el tercer mundo, cuando sus mandamases viven bajo techos de oro; ruegan por nuestra decencia y moral a la hora de utilizar el preservativo, para luego proteger y amparar a pederastas. Excomulgan a sacerdotes que se enamoran y quieren compartir su vida con una mujer, y luego tapan delitos de violación de otros sacerdotes... ¿qué es esto?, ¿qué dirigentes, gobernantes o pastores tiene esta Iglesia?, ¿cómo tienen la poca decencia de completar esos actos y luego hablar en nombre de Dios?.

Por supuesto, existen sacerdotes y miembros de la Iglesia, con una calidad humana y moral intachable. Personas que día a día se ofrecen a los demás y viven por los demás. Esas personas (generalmente alejadas de cúpulas, cargos y pompas), valen lo que valen independientemente de la institución. Es su alma, su corazón y su cabeza los que actúan. Es su fe en Dios la que los mueve... nadie más.

Sigo siendo creyente. Seguiré teniendo fe en Dios, en Jesucristo y en María Santísima. Por ello, tengo la esperanza y la creencia de que todos y cada uno de nosotros algún día, tendremos que rendir cuentas ante alguien al que no se puede ni engañar ni comprar. Será entonces, cuando realmente se haga justicia.

Dirigentes y miembros de la Iglesia católica: Me da igual lo que sentencien sobre mi vida, pienso seguir adelante, vivir con la mujer que amo y que me ha demostrado amor, y formar una familia con ella. Dejaré a un lado vuestras normas, mandatos y leyes, porque sólo Dios tiene verdadero poder en mí. Si lo que tengo con mi actual pareja es pecado, lamento informarles que de ahora en adelante, no dejaré ni un sólo día de pecar. Soy feliz, digan lo que digan, piensen lo que piensen y concluyan lo que concluyan. Si la iglesia no quiso ayudarme, si no me asió de su mano cuando le tendí la mía, si no me creyó cuando le dije la verdad; me haré a un lado sin más... si es así ya no la necesito, y eso pasé a sentirlo exactamente, cuando la Iglesia me apartó de su lado.