Es la época, y como no lo hice nunca, hoy he decidido regalaros a todos "aire". Y es que tal vez él haya sido el único ídolo que tuve nunca. En mi época de jugador de baloncesto, Michael "Air" Jordan era el espejo en el que me quería mirar (lo sé, no era el único), un modelo que intentar igualar. El afán de superarse día a día e intentar lo que a priori parecía imposible, hizo que más de una vez empezara la temporada sin opciones de ir convocado a los partidos para terminar siendo titular y jugar con la selección regional.
Jordan no sólo era el jugador perfecto, era símplemente el mejor. Era inigualable en todos los sentidos, sobre sus hombros descansó la historia del baloncesto mundial durante años, un sueño para cualquier crío que empezaba a botar un balón.
Sé que habrá gente a la que este post le dará igual, ni fu ni fa, gente a la que tanto el baloncesto como sus leyendas le son totalmente indiferentes. Pero en el fondo, incluso de algo como esto se pueden entresacar lecciones para la vida. En el colegio, a Jordan le dijeron que se dedicara a otra cosa porque en el baloncesto no sería nada (tremendo el vidente, ¿no?), y aún así empezó a dar botes a un balón lleno de huevos en un barrio humilde. Es el vivo ejemplo de que con ilusión, lucha y ganas se puede llegar a cualquier cosa superando cualquier obstáculo.
A Jordan le predijeron que en el baloncesto no sería nada y lo fue todo. Espero que esto se cumpla cada vez que a cualquiera de vosotros os intenten matar la ilusión o cada vez que os pronostiquen pocas opciones a la hora de poner en práctica vuestros deseos. Ojalá todos en nuestras respectivas vidas, seamos Michael Jordan.